Por: Dra. María Alejandra Yáñez Alegría, directora de la Escuela de Agronomía de la Universidad Católica del Maule.
Revuelo causó la noticia difundida por diversos medios de comunicación, quienes informaron que 99 plaguicidas prohibidos en Europa, de ellos 40 considerados como altamente peligrosos, fueron autorizados por el Servicio Agrícola Ganadero (SAG), no existiendo evidencia científica de que el SAG analice los productos a largo plazo, pudiendo muchos causar daños irreversibles.
Es por esto, que, veo con mucha preocupación esta situación, en Chile los plaguicidas son productos que se aplican en la agricultura moderna actual para inducir una reducción de una plaga. Sin embargo, hoy en día las aplicaciones, han llevado a que los plaguicidas pierdan eficacia, generando resistencias, principalmente en hongos, bacterias y malezas. Además, se encuentra ampliamente estudiado que el mal manejo agronómico de estos plaguicidas, termina con ellos en aguas subterráneas, dañando la flora y fauna, la salud humana y el medio ambiente, amenazando el equilibrio de los ecosistemas.
Los riesgos y advertencias asociadas al uso de plaguicidas se remontan desde la década de 1990, a partir de la observación de la ciencia, de los efectos que producían en el medio ambiente, qué consecuencias hay a corto y largo plazo, como lo es la extinción de algunas especies animales y vegetales, a lo que se suma la contaminación de suelos y napas superficiales y subterráneas de agua.
Por otro lado, los fungicidas y bactericidas corresponden a la categoría de pesticidas con mayores ventas en Chile, alcanzando un volumen de ventas de 29.550.921 L−1 al año 2019, siendo los fungicidas los productos con mayor aceptación por el Servicio Agrícola y Ganadero para su fabricación y comercialización (Revista del Campo, 2020), hasta el año 2019 se encontraban 544 fungicidas con autorización vigente, con 174 ingredientes activos diferentes; todos con un grado de peligrosidad.
La aplicación de los agroquímicos es considerada económicamente rentable para la mayoría de los sistemas agropecuarios actuales, considerando sólo los costos y la efectividad; sin embargo, la aplicación de estos productos no queda exenta de efectos secundarios, como las afectaciones a la salud humana, debido a la exposición y el contacto a través de vías respiratorias, digestivas y dérmicas, en repetidas ocasiones, exposición directa o a largo plazo de sustancias químicas nocivas, genera daños irreversibles, existiendo intoxicaciones agudas y crónicas, lo que representa un complejo de distintos signos y síntomas derivados de la exposición a dosis potencialmente tóxicas, y al uso indiscriminado de estos productos comerciales, y de sus ingredientes y agentes químicos. por factores ambientales y no genéticos en fetos.
Considerando lo anterior, y la necesidad de trascender hacia una agricultura sostenible, se hace inminente ir disminuyendo el uso de plaguicidas, desarrollando e integrando nuevas técnicas y manejos agronómicos que disminuyan el uso de plaguicidas en Chile, como controladores biológicos, mecánicos y culturales en general, que permitan un alimento inocuo sin dañar el medio ambiente, ni la salud humana. Dejar de lado las aplicaciones actuales vía calendario, que en muchos casos para controlar una sola plaga se realizan 12 aplicaciones de plaguicidas en la temporada.
“Las opiniones vertidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de quienes las emiten y no representan necesariamente el pensamiento de la Universidad Católica del Maule”.