Wilson Tapia Villalobos
La educación está en entredicho. Los actos de violencia en colegios, malos resultados en las mediciones de rendimiento, débiles propuestas de reforma, son algunos de los elementos que conforman un panorama complejo. Pero si el problema se mira dentro del contexto en que se desenvuelve, se llega a la conclusión de que este deterioro es sólo un elemento más. Es la construcción social la que tambalea, pero, en ella, la Educación juega un papel trascedente. Y eso es lo que da al problema una mayor gravedad.
Parece obvio que las dificultades en esta área son un resultado, más que el origen. De allí que tratar de solucionar los déficits educacionales proponiendo respuestas que apuntan a una mayor segregación social, no sólo es un error. Es una manifestación de la pérdida de sensibilidad moral. Porque no es otra cosa tratar de convencer que lo justo es dejar todo librado a los méritos del alumno. “Méritos” que, para la educación superior, por ejemplo, se miden a través de exámenes con exigencias similares para postulantes que tienen capacidades similares, pero que no han sido preparados en igualdad de condiciones. Y en los otros estratos educacionales, la situación es aún más vergonzosa. Cuando se coloca un filtro para el ingreso de niños a los colegios ¿qué se pretende? Parece obvio que cualquiera sea el afán -político, técnico, económico- que haya impulsado a los especialistas, el final será una profundización dela estructura clasista que impera en el país.
Lo que estamos viviendo en la actualidad es un momento en que los parámetros esenciales estáncambiados. Y en medio de tal realidad, la Educación es otro eslabón que se ha roto. En los barrios populares, el imperio de la droga es una realidad que impone condiciones desconocidas hasta hace poco. Es un escenario que se ha propagado sin límite en todo el mundo. Pero tal realidad lamentable es más dolorosa en las naciones subdesarrolladas. A ello es indispensable sumar la precarización del trabajo, el cuestionable contenido que propalan los medios de comunicación, las nuevas tecnologías, las crisis económicas. Todos males que se relacionan con un sistema económico que impone la competencia como rasgo central. Y que ahonda las diferencias.
La trascendencia de la Educación debiera imponer un trato especialmente cuidadoso a las autoridades. En Chile, los intentos que se han hecho en época reciente no han sido marcadamente fructíferos. Y la propuesta de cambio anunciada por el actual gobierno de Sebastián Piñera deja vacíos que no se llenan con decir que es una iniciativa que viene discutiéndose desde 2015. El dejar como electivos para los estudiantes de 3° y 4° Medio los ramos de Religión, Historia, Artes y Educación Física, es una cuestión que no logra aprobación unánime ni siquiera entre los técnicos. En lo único que parece haber consenso es en cuanto a Religión, que cuenta con un alto porcentaje de rechazo entre los estudiantes.
Pero la Educación no es un problema para especialistas educacionales solamente. Va más allá. Se entronca con la verdadera estructura que se quiere para la nación en que todos vivimos. Pero esto pareciera no verse. Pese a los problemas que cada vez se viven con más intensidad en el mundo entero, el poder central insiste en ahondar las diferencias. Es lo que vemos a escala global, con regímenes dirigidos por personas provenientes de organizaciones políticas cada vez más conservadoras. Eso sólo puede explicarse por la ausencia de alternativas de izquierda. Y la situación ha llegado a tal punto, que hoy hasta regímenes cooptados por el Partido Comunista, como China, en áreas esenciales de su economía siguen las normas del neoliberalismo.
En Chile, la izquierda, ni siquiera cuando fue gobierno, estuvo en condiciones de mostrar alternativas claras a las líneas centrales que se habían forjado durante la dictadura. La ausencia de propuestas que enfrentaran verdaderamente a la estructura económica que hoy maneja el país, han dado por resultado un escenario en que la corrupción campea en entidades republicanas tan importantes como la Justicia, la política, la policía, las instituciones armadas. Y todo ello proviene del poder que otorga el manejo de la economía.
Parece claro que lo que hoy necesita nuestra Educación es orientarse al rescate de valores éticos. ¿No estará aquello en la Historia, que hoy pretenden dejar como asignatura electiva? ¿No habrá que buscarlos también en la elevación que acerca al Arte? ¿O en el respeto por la Educación Física? ¿O todo ello estará incluido en Cultura para la Ciudadanía y Educación Ciudadana? Si fuera así, estas últimas deberían ser ramos que acompañaran al estudiante desde la Educación Básica.
La realidad que hoy enfrenta la Educación no es ni fácil de controlar, ni sencilla deguiar. Pero del éxito que ella logre depende, en gran medida, el futuro del género humano. Porque ya se trate de Chile o de uno de los países espejos en que todos se miran cuando se habla de Educación, el problema que enfrentan es el mismo. Las diferencias están en los grados de desarrollo, en idiosincrasia, pero la inflexión civilizatoria que hoy vivimos es global.
El verdadero problema para el cambio es reconocer cuales son las fallas primordiales y estar dispuestos a enmendarlas. Y ellas están en los cimientos en que se asienta, valóricamente, el pensamiento de quienes manejan el poder.
En otros tiempos sería lícito hablar de la necesidad de una verdadera revolución. Una revolución que comenzara por la Educación. Pero seguramente, sería tan dolorosa y cruenta como cualquiera de las revoluciones que antaño cambiaron el mundo.