Cristián Fuentes
Académico Facultad de Gobierno, U.Central
Todos sabemos que el lenguaje tiene no solo la capacidad de expresar, sino también de crear realidades. Las palabras son símbolos y se puede jugar con ellas, darles múltiples significados y hacerlas más o menos intensas, positivas o negativas. Eso es lo que sucede con algunos términos como fakenews y post verdad, adoptados del inglés o neologismos en español que esconden su definición real: noticias falsas y mentiras.
Su uso cotidiano, sobre todo en las redes sociales, las han ido despojando de la carga moral y ética que poseen, haciéndolas neutras, de allí a que sean permitidas y hasta legitimadas hay solo un paso…y ese paso ya se dio. Pero, no da lo mismo decir cosas ofensivas que no corresponden a la realidad contra alguien, inventar argumentos falaces y amplificarlos por medio de la tecnología,pues está demostrado que mientras la mentira es más grande, más gente la cree.
Si pronunciamos vocablos de distintas maneras cambia la forma de entenderlos, empleamos léxicos robados y pedimos permiso para transformarlos en instrumentos más digeribles, nuestra conciencia se aquieta y el castigo se desvanece: ¿para qué?, ¿por qué?
Es como contar con un poderoso arsenal de armas con silenciador y mira telescópica, cuyo estruendo no se oye y con las cuales se puede matar a la distancia, aunque ello no borra el delito a lo menos lo adormece. Esto funciona hasta que despertamos del sueño y comenzamos a sentir, salvo que hayamos perdido la sensibilidad y ya no sepamos o no queramos distinguir.
Es peligroso vivir así, encerrados en nuestras propias convicciones, aunque no tengan nada que ver con lo que nos rodea, salvo un grupo de gente que está convencida de eso, y pareciera intrascendente si se aleja de lo demás. Así se manipulan conciencias y se fabrica opinión sin necesidad de comprobar nada, por último, es suficiente si hay gente que coincida con nosotros.
Un marcado individualismo anti gregario y el sentimiento de amenaza permanente que el proceso de deconstrucción de la identidad del hombre contemporáneo son causas que ayudan a explicar estos fenómenos, raíces psicológicas que sustentan una postura que deriva en fanatismo, con poca o nula racionalidad justificada socialmente, más que por ausencia de argumentos, porque no importa si solo es probable para uno mismo, ahora, si se puede convencer a otros, mejor que mejor.
Esto es todavía peor cuando no nos atrevemos a decir las cosas por su nombre, inventando excusas para tranquilizarnos, no obstante, todos sepan que es un engaño.Nos encontramos ante una pretensión ilusoria, pues por muy escondido que esté el dolor permanece, aparte de que ocultar aquello que nos daña o molesta mutila la libertad.
Quizás sería mucho mejor hacerse cargode falsedades y mentiras con nombre y apellido, pues reconocer lo evidente es el primer indicio de que se quiere curar la enfermedad de nuestros tiempos.