Por: Carlos Guajardo / Académico Universidad Central
Hace algunas semanas atrás, nos enteramos de la noticia adoptada por el Liceo Manuel de Salas, en la comuna de Ñuñoa, respecto de eliminar las calificaciones en los niños/as que se inician en su educación básica y el aumento de los minutos de recreo durante el periodo escolar. Quizás para muchos que nos formamos en la “vieja escuela”, hubiésemos querido ser parte de un sistema como este, con la simple finalidad de no generar un cambio tan brusco entre la transición de la educación parvularia a la educación general básica.
Si bien, podrían existir expertos a favor y en contra de esta medida; lo que sí debemos comprender, que el sistema escolar en Chile requiere de la necesidad imperiosa por transformar las dinámicas escolares verticalistas por aquellas donde la interacción entre el profesor –estudiante deben ser reciprocas. No podemos pensar que en pleno siglo XXI muchos estudiantes se sientan desmotivados por asistir a la escuela porque simplemente la encuentran “aburrida” o porque perciben que no están aprendiendo. No hay duda que este factor, alude en gran medida a la cantidad de horas en la que nuestros alumnos/as se encuentran en la escuela, y donde la “jornada escolar completa “ impulsada en el año 1996, se remite a seguir presionando a los estudiantes con más y más horas de clases durante la tarde. ¿es así como se aprende en una sociedad cataloga hoy en día como compleja?. Sin duda que no, hoy lo que el sistema escolar requiere es velar porque sus individuos se preparen en: conocimientos, habilidades y actitudes para la vida; y qué mejor para llevar a cabo esta tarea que la educación formal que se imparte en nuestros colegios.
La decisión que ha tomado el Liceo Manuel de Salas, viene justamente a responder a una educación activa en sus aprendizajes, donde más que la nota, lo que importa es que el niño/a aprenda a través de un sistema de evaluación donde se considera todo su proceso. Para ello, considerar a la evaluación desde una perspectiva cualitativa, permite que no se vea al sujeto como un “número”, donde la mitad del curso son los “buenos académicamente” y la otra mitad “los malos”. Con ello lo único que generamos es la estigmatización y desmotivación de los alumnos/as.
Por su parte el alargar los minutos de recreo para un niño/a, no debiera implicar una “pérdida de tiempo para el colegio”, sino que por el contrario, es un momento donde: se relaciona con sus pares, desarrolla habilidades a través del juego, reafirma su autoestima y por sobre todo, se siente feliz por estar en un lugar donde sabe que aprende, pero que a su vez, disfruta de la linda etapa de la niñez.
Estoy seguro que si más escuelas consideran medidas como estas, podrán hacer que la realidad que acontece en lo educativo, sea de plena motivación para los verdaderos protagonistas de la educación en Chile: los estudiantes.