Sergio M. Urrutia Donoso
Académico, Escuela de Economía y Negocios, UCEN
El teletrabajo ingresó en forma intempestiva a los hogares chilenos y se ha quedado a convivir en el quehacer diario, producto de la pandemia de COVID-19 que nos golpea hace más de un año.
Los efectos de trabajar bajo esta modalidad han sido analizados por distintas instituciones nacionales e internacionales. Por ejemplo, un estudio realizado por estudiantes del MBA de Administración de Empresas de la Universidad de Talca, muestra impactos más bien negativos con un 84,3% de empleados que declaran que su carga laboral ha aumentado, un 77% que se siente más agotado y un 73% que ha necesitado asistencia médica por salud mental.
Pero también hay algunos entrevistados que han encontrado que este estilo de trabajo les ha permitido un equilibrio entre la vida familiar y la vida laboral. Un 78,2% de ellos, desearía continuar bajo esta modalidad en los próximos años.
El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) señaló en marzo pasado que un 22,4%, es decir uno de cada cinco trabajadores, realizó labores a distancia o en teletrabajo.
Por su parte la Organización Mundial de la Salud (OMS) en un estudio realizado en conjunto con la Organización Internacional del Trabajo (OIT), estableció que el teletrabajo “se ha vuelto la norma para numerosas actividades, a menudo borrando las fronteras entre la casa y el trabajo”, haciendo un llamado a los gobiernos, los empleadores y los trabajadores para ponerse de acuerdo y establecer límites que protejan la salud de estos últimos.
La OIT agregó que los trabajadores de la educación precisan de un mayor apoyo si han de proporcionar el aprendizaje adicional necesario para construir una recuperación de la pandemia más sostenible y resiliente.
Por otra parte, un estudio de la Oficina Nacional de Investigación Económica en 15 países indicó que el número de horas de trabajo aumentó alrededor de 10% durante el confinamiento y que el teletrabajo dificulta la desconexión de los trabajadores.
El teletrabajo es una realidad en la mayoría de los hogares y llegó para quedarse. Para muchos, es un “nuevo integrante” que poco respeta sus actividades, participando muchas veces de manera imprudente en la vida familiar, especialmente de la mujer, que a la vez es mamá, esposa, trabajadora y profesional.
Este cambio, sin duda, conlleva un desafío que les toca tanto a los empleadores, a todo nivel, como a los trabajadores: educar a este nuevo integrante de tal forma que aprenda a respetar los tiempos de la familia.COLUMNAS