El sueño en niñas y niños no sólo es indispensable para su desarrollo y bienestar, sino que también es un aspecto por el que madres, padres y cuidadores suelen presentar bastantes dudas. Al hablar del sueño surgen ideas, expectativas e impresiones que, probablemente, tienen más relación con las necesidades y experiencias adultas que con las características particulares del desarrollo de niñas, niños y sus singularidades personales.
Por eso es importante que las y los adultos relacionados con la crianza, entiendan cómo el proceso evolutivo del sueño opera en la niñez. Esto podría ayudar al momento de ajustar expectativas, matizando frustraciones y acompañando de manera sensible y pertinente esta etapa del desarrollo en niñas y niños.
¿Qué es posible entonces esperar del sueño de niñas y niños?
Lo primero, y más importante: cambios. No todas las niñas y niños duermen igual e incluso, es esperable ver variaciones en el sueño dentro de su crecimiento. Al hablar de desarrollo, es complejo pensar en uniformidad y estandarización, ya que hacerlo podría llevar a comparaciones o expectativas poco realistas que tienden a abrumar a las adultas y adultos.
Si bien acompañar a niñas y niños en la maduración del sueño puede ser en ocasiones muy agotador para quienes cuidan, buscar “soluciones” para lo que no es un “problema” podría sumar más dificultad. La niñez es quizás el periodo donde el ser humano experimenta más y rápidos cambios: el cuerpo crece y cambia, se desarrollan habilidades y aprendizajes que tienen que ver con la maduración y características propias de cada niña, niño y su familia.
¿Qué tipo de cambios se podrían encontrar?
Se espera que en la medida que niñas y niños crezcan, se reduzcan las horas necesarias de sueño para lograr un buen descanso, se distribuyan de manera cada vez más concentrada en las noches y menos en el día (las siestas van disminuyendo) y, por último, que los apoyos que requieren para conciliar el sueño –al inicio o en la noche – se reduzcan a medida que niñas y niños tengan más seguridad, autonomía y capacidad de autorregulación.
Es clave señalar también que estos cambios, si bien se van dando de manera progresiva, no necesariamente lo hacen de forma lineal. Eso implica, por ejemplo, que una niña o niño que ya había comenzado a dormir varias horas de forma continua, podría despertarse de manera frecuente otra vez y/o necesitar apoyo para volver a conciliarlo.
Hay que recordar que el sueño es un área del desarrollo particularmente sensible, es decir, que puede ser influida por múltiples factores: condiciones de salud, alimentación, crisis esperadas dentro del ciclo vital o características del contexto en el cual se habita, como lo podría ser el proceso de control de esfínter, el nacimiento de un hermano o también las “crisis emergentes” (un duelo o algún cambio imprevisto en el entorno inmediato).
Esto implica, entre otras cosas, que los cambios que va experimentando el sueño en la niñez –y posiblemente a lo largo de toda la vida– no sólo dan cuenta del desarrollo de niñas y niños, sino que también de sus necesidades particulares en cada momento del ciclo vital.
¿En qué momento es necesario pedir ayuda profesional?
Cuando se identifiquen cambios en el sueño que impidan el buen descanso, o se presentan de manera brusca, persistente y/o generen malestar, es clave pedir ayuda especializada que permita identificar por qué ocurren, para así disponer del apoyo necesario y garantizar el buen descanso y bienestar integral de niñas y niños.
Como muchos aspectos en la vida de niñas y niños, dormir es un proceso madurativo que no es posible forzar y que, por lo tanto, requiere de paciencia, sensibilidad y disposición por parte de las adultas y adultos para identificar, acoger y acompañar los distintos momentos, necesidades o brindar el apoyo para asegurar el descanso, la salud y bienestar emocional.
Bárbara Veloso, psicóloga del Programa “Fonoinfancia” de Fundación Integra.