No cabe duda que la pandemia dejara una estela de cambios en la vida cotidiana de las personas, organizaciones, empresas e instituciones públicas. Estas se están plasmando en un nuevo modo corana virus de vivir. Tal desafío nos obliga a repensar muchos procesos. Ya lo estamos haciendo respecto del teletrabajo, un sinnúmero de actividades telemáticas marcadas por una nueva “cultura de los turnos” y el gran giro hacia la educación no presencial. Si todo parace apuntar hacia una creciente presencialidad con matices en la mayor parte de nuestra cotidianidad ¿porque este cambio no habría de afectar los estilos y practicas de la actividad politica y especialmente de los procesos electorales?
La pandemia nos obliga ¾como con otras actividades¾ a pensar en una mejor planificación de los procesos electorales. La propuesta del SERVEL recogida en el proyecto del Ejecutivo va en el sentido correcto. La flexibilidad que permitiría votar durante dos días para elegir constituyentes, gobernadores, alcaldes y concejales, posibilitara conseguir un doble objetivo: seguridad sanitaria y política. Esto obliga a explorar fórmulas flexibles e híbridas de participación electoral.
En contextos como el actual debemos ser capaces de cuidar y garantizar los derechos políticos de todos los ciudadanos. Las democracias tienen que poder garantizar que cualquier ciudadano sea cual sea su condición pueda ejercer su derecho a participar votando.
Nuestra democracia debe mejorar no solo su capacidad logística o su estructura, sino que especialmente su solvencia electoral. La mayor flexibilidad del proceso electoral propenderá una mayor seguridad (sanitaria) y probablemente una mayor participación ciudadana.
Dr. Marco Moreno
Director Escuela de Gobierno y Comunicaciones, UCENCOLUMNAS